lunes, 8 de febrero de 2010

La Metamorfosis del Vampiro.



La dama, entre tanto, de su labios de fresa
estremeciéndose como una serpiente entre brasas
y amasando sus senos sobre el duro corsé,
Decía estas palabras impregnadas de almizcle:
Son húmedos mis labios y la ciencia conozco
de perder en el fondo de un lecho la conciencia,
Seco todas las lágrimas en mis senos triunfales.
y hago sonreír a los viejos con infantiles risas.
Soy para quien sepa contemplarme desvelada,
la luna, y soy el sol, el cielo y las estrellas.
Yo soy, mi amado sabio, tan docta en los deleites,
Cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos,
o cuando a los mordiscos abandono mi busto,
tímida y ligera y frágil y robusta,
Que en esos cobertores que de emoción se rinden,
Impotentes los ángeles se perdieran por mí.

Cuando hubo succionado de mis huesos la médula
y muy lánguidamente me volvía hacia ella
A fin de devolverle un beso, sólo vi
rebosante de pus, un cáliz pegajoso.
Yo cerré los dos ojos con helado terror
y cuando quise abrirlos a aquella claridad,
A mi lado, en lugar del fuerte maniquí
que parecía haber hecho provisión de mi sangre,
en confusión chocaban fragmentos de esqueleto,
De los cuales se alzaban chirridos,
como los de una agria e infernal veleta,
o los de un cartel, al cabo de un vástago de hierro,
que acaricia el viento en las noches de invierno.


Charles Baudelaire.

Que los muertos descansen en paz.


Muere, Filidor
¿por qué no has muerto por tu deseo?
El coro de promesas de las musas
anunciaba herederos a tu nombre,
aunque pensara Florilis
que ninguno lloraría por ti.
Florilis, seguramente,
reirá con tu muerte;
y, de seguro,
contará bromas
sobre tu ataúd
y saltará, vitoreará
y cantará sobre tu tumba.
Si alguien menciona tu nombre,
tras tu muerte,
como, cuando o donde sea,
ella se burlará sobre tu lápida,
ella misma estremecerá tus roídos huesos.
Mas, orgullosa niña,
no imagines
que así te dejaré ir.
Un rostro espectral,
similar al mío, te atormentará;
te perseguirá mi espectro e irá al lecho contigo.
Un sueño opresivo
te despertará a menudo.
Penosamente creerás cómo entonces puedo asustarte:
Haré tu vida miserable con lamentos y golpes.
Si por la mañana te encontraran heridas,
dirás que te las hice para vengarme.
Si caes enferma
te atormentaré en tus pensamientos.
Conviene entonces te corrijas
mientras aún hay tiempo para ello.
Si me desvaneces en las vaporosas aguas del Aquerón
no tendrá sentido quejarse
cuando mi fantasma te atormente.

Kaspar Von Stieler (1632-1707)

Fragmento de una balada.


Muchas millas sobre el campo y el mar
Hasta que mi amor pudo retornar,
De sus palabras no tengo recuerdos,
Sólo el de los árboles y el gemido del viento.

Y arribó listo para tomar sin daño
La cruz que he cargado por años,
Pero las palabras llegaron lentas
De aquellos fríos y mudos labios.

¿Cómo sonaban mis palabras lentas y plenas,
En aquel gran corazón que me amó en la pena,
Venido a salvarme del odio y el dolor
Y a confortarme con su delicado amor?

Sentí al viento golpeando frío, gélido,
Y a la bruma roja acariciar la puerta;
Sentí que el hechizo que sostenía mi aliento
Se quebraba, viviendo siempre muerta.


Elizabeth Eleanor Siddal (1829-1862)

El Vampiro .


Tú que como una cuchillada
entraste en mi triste pecho,
tú que, fuerte cual un rebaño
de demonios, viniste, loca,
a hacer tu lecho y tu dominio
en mi espíritu humillado.
--Infame a quien estoy unido
como a su cadena el galeote,
corno al juego el jugador,
como a la botella el borracho
como al gusano la carroña,
--¡maldita seas, maldita!
Rogué al rápido puñal
que mi libertad conquistara
dile al pérfido veneno
que socorriese mi cobardía.
Mas ¡ay! puñal y veneno
despreciándome, me han dicho:
"No mereces que te arranquen
de esa maldita esclavitud,
¡imbécil! --si de su imperio
nuestro esfuerzo te librara,
tus besos resucitarían de tu vampiro ¡el cadáver!".

Una Conferencia sobre la Sombra.



Detente, Amor, y os daré una conferencia
sobre la filosofía de la Pasión.
Durante las tres horas de este paseo,
dos sombras, que nosotros mismos producíamos,
custodiaban nuestros pasos.
Pero ahora el sol se alza sobre nuestras cabezas.
Ya pisamos nuestras sombras,
y todas las cosas están bañadas en intrépida luz.
Así, mientras nuestro primer amor crecía,
surgían de nosotros, y de nuestra tribulación;
sombras y disfraces. Pero ya no.
El Amor no ha alcanzado su máximo esplendor
cuando aún debe cuidar de ocultarse.
A menos que nuestros amores permanezcan
en este mediodía, proyectaremos
nuevas sombras hacia el lado opuesto.
Como las primeras, que fueron para cegar a los demás,
estas sombras obrarán sobre nosotros,
y cegarán nuestros ojos.
Si nuestros amores disminuyen,
y declinan hacia el oeste,
fálsamente me ocultarás tus actos,
y yo cobijaré los míos.
Las sombras de la mañana desaparecen,
pero estas se alargan con el día,
y ¡Ay, corto es el Día del Amor, si el amor decae!
El Amor es una luz creciente,
o en plenitud constante;
su primer instante después del mediodía es la Noche.

John Donne.