domingo, 13 de septiembre de 2009

El Carruaje de la Muerte.


En la noche, cuando los enfermos yacen despiertos,

Escucho pasar al Carruaje de la Muerte;

Lo oí pasar salvaje, por senderos desiertos,

Y supe que mi hora aún no había llegado.


Click-clack, click-clack, los cascos pasaron,

Tirando del Carruaje, viajando en rápidas alas,

Viajando lejos, a través de la lúgubre noche.

Los muertos deben descansar hasta el alba.


Si alguien caminase sigiloso tras sus huellas,

El Carro y los caballos, negros como la medianoche,

Verá viajando a la Sombra de la Perdición,

Que atrae a todos, y a cada uno por venir.


Dios es piadoso con los que aguardan en la noche,

Escuchando al Carruaje de la Muerte en el umbral,

Y aquel que lo oiga, aunque sea débilmente,

El espantoso Carro se detendrá para él.


Él partirá con el rostro lívido,

Subiendo al Carro y tomando su lugar,

La puerta se cerrará, sin nunca vacilar.

Rápido se cabalga en compañía de los muertos.


Click-clack, click-clack, la Hora es fría,

El Carruaje de la Muerte sube la distante colina.

Ahora, Dios, Padre de todos nosotros,

Limpia de tu viuda las lágrimas que caen.


_______Katharine Tynan (1861-1931)

Todas las Almas.


La Puerta del Cielo está por cerrarse

Ante la noche, muchos aceptan con agrado

Volver al hogar para una vigilia nocturna,

Nuevamente junto a sus amores.


Oh, dónde el padre y la madre se sientan,

Hay un mar de hojas muertas ante la puerta,

Como el repiqueteo de unos pequeños pies

Que ya no volverán.


Sus pensamientos vagan por la noche y el frío,

Sus lágrimas son más densas que las rocas,

¿Pero quién es éste sobre el umbral,

Tan joven y alegre?


Han venido de la Tierra de la Juventud,

Han olvidado cómo llorar,

Palabras de consuelo sobre las lenguas,

Y un beso que atesorar.


Se sientan y se quedan por un tiempo,

Besos y comodidad no faltarán;

En la mañana se robarán una sonrisa

Y una larga mirada hacia atrás.


- Katharine Tynan Hinkson (1861-1931)

Una Dama Cruel.




Hemos leído sobre reyes y amables dioses


Que llenaron sus cálices en el arroyo;


Pero diariamente, sin decir gracias, vuelco


El flujo de mis lágrimas convertidas en río.


Un toro sacrificado puede aplacar la cólera de Jove,


Un caballo al Sol, un cordero al Dios del Amor,


Pero ella desdeña las inmaculadas ofrendas


De un corazón puro, abatido a los pies de su altar.


Vesta no me desprecia, en su urna casta


Dónde las sombrías llamas arden por siempre;


Pero sí mi Santa indiferente, en cuyo nombre


He consagrado un fuego imperecedero.


El rey asirio ha devorado a los temerarios


Que ante su imagen no osaron postrarse;


Yo, con las rodillas desgarradas adoro a mi Dama,


Sin embargo ella se consume en su propia idolatría.


De tal Diosa el tiempo no dejará registro,


Cuando el fuego derribe el templo donde fue adorada.




- Thomas Carew (1594-1640)

Para qué continuar,
si nadie me quiere, para qué esperar,
a que la muerte me llegue,
soñando con ilusiones,
engañando a mi mente.
Misma mierda,
diferente día,
salir a la calle,
no sentir alegría,
mirar a los niños del parque,
preguntarme yo que sentía,
cuando de pequeño los pájaros veía,
la nieve con mis manos cogía,
ver romper las olas desde la bahía.
Levantarme todas las mañanas,
queriendo dormir por no vivir,
preguntarme porqué mi hermana,
me salvo la vida en la piscina,
donde nadie se dio cuenta
, de que al fondo me hundía.
Preguntarme porqué aquel señor,
en su coche rojo pasión,
giró el volante y evitó,
que continuara con mi dolor.
Preguntarme porqué esas penas,
las cuales me torturan cada día,
que me gritan, ¡córtate las venas,
y pon fin a tu agonía!
Buscar por los cajones de la cocina,
empuñar el cuchillo,
mi salida,
recordar los buenos tiempos,
con mis amigos de toda la vida,
desplomarme al suelo de rodillas,
con lágrimas amargas en los ojos,
y no atreverme a morir este día.
Rezar antes de acostarme,
por favor, que no vuelva a despertar,
que me hunda en el sueño eterno,
y pueda al fin descansar,
de mi vida,
que es un infierno.


Me Parecio muy Lindoo y fuerte el Poema
Ojala les guste

<>

Desilusión, tristeza, engaño y dolor!


Pena nostalgia sufrimiento y desamor…


No veo, no hallo, ninguna solución


Siento que mi llanto


Me destroza el corazón….


Como encontrar respuesta a lo que siento


Siento que en mi vida solo llega el sufrimiento


Las respuestas a mis dudas


Se las lleva pronto el viento


En mi mente una palabra


Se deshila desde adentro


Suicidio ¡Es lo que quiero!


Pero queda en el intento…


Me siento tan cobarde Para lograr poder hacerlo


Porque no quiero sentir, el dolor y el sufrimiento


Mi vida es poca cosa! Realmente así me siento,


Y no se para que vivo…. Si muerta estoy viviendo!


La soledad es dura! Y el suicidio es un intento


Que quiero y lo deseo… Solo pienso en hacerlo…


En medio de la noche, sumido en la depresión


Escucho una voz hablar, dentro de mi habitación;


Es el Dios de la misericordia, que viene a tomar mi dolor


Con gusto me dijo: Hijo,


me llevo tu sufrimiento


La vida yo te la di, la vida no es un tormento…


Te amo y morí por ti... y moriría de nuevo…


Solo tienes que dejarte amar…


Y entregarte a mi consuelo.




Colaboración de Magali SaucedaMéxico

jueves, 10 de septiembre de 2009

El Amor Completo


¿Has anhelado, a través de los cansados días,
La visión fugaz del rostro amado?
¿Has clamado por un instante de paz
En medio del dolor de las penosas horas?
¿Has rogado por el sueño y la muerte,
Cuando el dulce e inesperado consuelo
Fue sólo sombras y aliento?
Hace mucho, demasiado, que el miedo no disminuye
Sobre estas ilusorias y reptantes flores.
Ahora descansa: pues aún en el reposo
Podrás conservar todos tus anhelos.
Debes descansar y no temer
Al acechante y sordo despertar
De una vida que transcurre a ciegas;
Llena de desperdicios y penas.
Debes despertar y pensar en lo dulce
Que es tu amor, en su íntimo ardor.
Será más dulce para los labios que conocerás,
Más dulce de lo que tu corazón intenta ocultar:
Anhelos absolutos e insatisfechos.
La respuesta a todas las esperanzas
Se cierran sobre tí, muy cerca.
Recordarás los antiguos besos,
Y aún el frío dolor que crecía.
Recordarás aquella poderosa dicha,
Y aún los ojos y las manos perdidas.
Recordarás todo el remordimiento
Por lo escasos que fueron sus besos,
El sueño perdido de cómo se conocieron
Es el sabor a miseria en tus labios marchitos.
Entonces parecía Amor, pero nacido para morir,
El Hoy es inquietud, dolor:
La bendición es el olvido, el silencio;
Mi Amor es solitario, más nunca será un secreto.

_______________William Morris (1834-1896)

Gothminister - Happiness In Darkness



01 Dusk Till Dawn
02 Darkside
03 Your Saviour
04 Freak
05 Slideshow
06 The Allmighty
07 Beauty After Midnight
08 Mammoth
09 Thriller (Extended Version)

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Theatres des Vampires - Vampyrìsme, Nècrophilie, Nècrosadisme, Nècrophagie (1996)



1."Intro - Twilight Kingdom" - 04:29

2."The Lands Beyond The Forest" - 04:03

3."Reborn In The Wood" - 04:28

4."Ancient Vampires" - 05:34

5."Woods Of Valacchia" - 07:07

6."Within The Dark Domain" - 06:48

7."Upon The Darkest Mountain" - 02:49

8."While The Snow Turns Red" - 03:39

9."Vlad The Impaler" - 04:22

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Theatres des Vampires - The Vampire Chronicles (1999)



1. "Preludium" - 03:30

2. "Enthrone The Dark Angel" - 05:25

3. "Thule" - 04:58

4. "Throne Of Dark Immortals" - 04:10

5. "Woods Of Valacchia Part 2 - The Revelation" - 04:55

6. "When The Wolves Cry" - 04:58 7

. "Exorcism" - 05:16

8. "Carpathian Spells" - 03:55

9. "Cursed" - 05:23

10. "The Coven" - 06:24

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Theatres des Vampires - Anima Noir (2008)

01.Kain 04:34
02.Unspoken Words 04:56
03.Rain 03:5904.Dust 04:48
05.From the Deep 05:17
06.Blood Addiction 04:08
07.Butterfly 04:13
08.Wherever You Are 04:53
09.Two Seconds 04:10
10.Anima Noir 04:20

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Lord Vampyr - De Vampirica Philosophia



01. De Vampyrica Philosophia (Intro)

02. Carmilla...Whispers From The Grave

03. A Sad Litany Of Vampires

04. Nocturnal Vampires's Orgy

05. Blood Lovers 06. Morgana

07. The Ophelia's Ghost

08. Die Herrschaft Des Bluts

09. Hidden Track

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Lord Vampyr - Promo 2007



01 - Dark Thoughts
02 - Endre Bathory's Death

Emilie Autumn - On a Day



1. La Folia 2. Recercada

3. Largo

4. Allegro

5. Adagio

6. Tambourin

7. Willow

8. Revelry

9. On A Day...

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Autumn - Altitude (2009)



1 - Paradise Nox (5:31)

2 - Liquid Under Film Noir (3:59)

3 - Skydancer (3:42)

4 - Synchro-Minds (4:19)

5 - The Heart Demands (4:58)

6 - A Minor Dance (5:24)

7 - Cascade (For A Day) (3:54)

8 - Horizon Line (4:44)

9 - Sulphur Rodents (3:35)

10 - Answers Never Questioned (4:01)

11 - Altitude (6:18)

12 - One Word Reminder (Digipack Bonus Track)

13 - Closure (Bonus Track)

.:Descargar:.

martes, 8 de septiembre de 2009

Swallow the Sun - Ghosts of Loss (2005)






1. "The Giant" – 11:56

2. "Descending Winters" – 6:11

3. "Psychopath's Lair" – 5:52

4. "Forgive Her..." – 9:00

5. "Fragile" – 7:14

6. "Ghost of Laura Palmer" – 8:07

7. "Gloom, Beauty and Despair" – 8:45

8. "The Ship" – 8:54


Swallow the Sun - Ghosts of Loss (2005)



1. "The Giant" – 11:56
2. "Descending Winters" – 6:11
3. "Psychopath's Lair" – 5:52
4. "Forgive Her..." – 9:00
5. "Fragile" – 7:14
6. "Ghost of Laura Palmer" – 8:07
7. "Gloom, Beauty and Despair" – 8:45
8. "The Ship" – 8:54

Theatre of Tragedy - Aégis (1998)



1. Cassandra
2. Lorelei
3. Angelique
4. Aoede
5. Siren
6. Venus
7. Poppaea
8. Bacchante
9. Samantha

Crematory - Act Seven (1999)

1. Shining
2. I Never Die
3. Moonlight
4. Fly 5. Memory
6. The Holy One
7. The Game
8. Waiting
9. Awake
10. Tale

Slumber - Fallout (2004)


1. Rapture
2. Conflict
3. Where Nothing Was Left
4. Fallout
5. Distress
6. Dreamscape
7. A Wanderer's Star

Draconian - Where Lovers Mourn (2003)


1."The Cry of Silence" – 12:44
2."Silent Winter" – 4:57
3."A Slumber Did My Spirit Seal" – 4:09
4."The Solitude"– 7:54
5."Reversio ad Secessum" – 7:39
6."The Amaranth" – 5:20
7."Akherousia" – 2:32
8."It Grieves My Heart" – 7:30

lunes, 7 de septiembre de 2009

Epica - The Divine Conspirazy


Draconian - No Greater Somorrow


01- No Greater Sorrow

.:Descargar:.


Coronatus Porta Obscura (2008)

1 - Prologue (1:57)
2 - Exitus (4:00)
3 - Fallen (6:50)
4 - In Silence (4:22)
5 - Beauty in Black (4:36)
6 - Cast My Spell (5:09)
7 - In Your Hands (2:41)
8 - Mein Herz (3:16)
9 - Am Kreuz (4:39)
10 - Der Vierte Reiter (4:30)
11 - Strahlendster Erster (3:23)
12 - Flos Obscura (bonus) (5:14)
13 - Volles Leben (bonus) (3:56)

.:Descargar:.

Lacrimosa - Satura


01 - Satura

02 - Erinnerung

03 - Crucifixio

04 - Versuchung

05 - Das Schweigen

06 - Flamme im Wind

Epica - The Score


domingo, 6 de septiembre de 2009

Amor





Amor.Guy de Maupassant (1850-1893)



En la crónica de un periódico acabo de leer un drama pasional. Uno que ha matado y se ha matado después; es decir, uno que amaba. ¿Qué importan él y ella? Sólo su amor importa; y no porque me enternezca, ni porque me asombre, ni porque me conmueva ni me haga soñar, sino porque evoca en mí un recuerdo, el recuerdo extraño de una cacería en que se me apareció el Amor como se aparecían a los primeros cristianos cruces misteriosas en la serenidad de los cielos.Nací con las emociones del hombre primitivo, muy poco atenuados por los razonamientos de la civilización. Amo la caza, y la bestia ensangrentada, con sangre en su plumaje. Me hace desfallecer de placer.Aquel año, al final del otoño, se presentó frío, y mi primo Karl de Ranyule me invitó a cazar con él en el bosque; había patos magníficos en los pantanos de su posesión.Mi primo, un buen mozo de cuarenta años, con mucha vida en el cuerpo, bruto y semicivilizado, de alegre carácter, dotado de ese esprit gaulois que tan agradablemente vela las deficiencias del ingenio, vivía en una especie de cortijo con aires de castillo señorial, escondido en un amplio valle.Adornaban las colinas hermosos bosques señoriales, con árboles antiquísimos y poblados de caza excelente. Algunas veces se abatían allí águilas soberbias, y esos pájaros errantes, que raramente se aventuran en países demasiados poblados para su azorada independencia, encontraban en aquella selva secular asilo seguro, como si reconocieran en ella alguna rama que en otros tiempos los acogiera durante sus excursiones sin rumbo.Mi primo lo cuidaba con esmero digno del mejor de los parques, y con razón, pues era aquel pantano la mejor región de caza que he conocido. Entre aquellos innumerables islotes verdes que le daban vida había arroyuelos estrechos por los que se deslizaban las barcas. Mudas sobre el agua muerta, frotando los juncos, ahuyentaban a los peces y a los pájaros que desaparecían, éstos entre las espigas, aquellos entre las raíces de las altas hierbas.Soy admirador apasionado del agua: el mar demasiado grande, demasiado vivo, de imposible posesión; los ríos que pasan, que huyen, que se van, y, sobre todo, los pantanos en que bulle la vida indescifrable de los animales acuáticos. Un pantano es un mundo sobre la tierra, un mundo aparte, con vida propia, con pobladores permanentes y con habitantes de un día; con sus ruidos, con sus voces, y, singularmente, con un característico misterio; nada que tanto turbe, que tanto inquiete, que tanto asuste algunas veces. ¿Por qué ese miedo singular que se siente en esas llanuras cubiertas de agua? ¿Será por el rumor vago de las aguas, por los fuegos fatuos, por el silencio profundo que lo envuelve en las noches de calma, por la bruma caprichosa que viste con sudario de muerte a los juncos, por el hervor casi imperceptible de aquel mundo tan dulce, tan fugaz; pero más aterrador a veces que el estruendo de los cañones de los hombres y de las tempestades del cielo? ¿Qué tendrán en común los pantanos de los países del ensueño y esas regiones espantables que ocultan un secreto inescrutable y peligroso?Un misterio profundo, grave, flota sobre aquellas brumas: ¡el misterio mismo de la creación! ¿No fue en el agua sin movimiento y fangosa, en la humedad triste de la tierra, mojada bajo los colores del sol, donde vibró y surgió a la luz el primer germen de vida?Llegué por la noche a casa de mi primo. Hacía un frío que helaba las piedras.Durante la comida en la vasta sala, donde los muebles y las paredes y el techo estaban cubiertos de pájaros disecados, y donde hasta mi primo, con aquella chaqueta de piel de foca, parecía un animal exótico de los países helados, el buen Karl me dijo lo que había preparado para aquella misma noche.Debíamos ponernos en marcha a las tres de la madrugada, con objeto de llegar a las cuatro y media al punto designado para la cacería. Allí nos habían construido una cabaña para abrigarnos de ese viento terrible de la mañana que rasga las carnes como una sierra, la corta como una espada, la hiere como una aguja envenenada, la retuerce como tenazas y la quema como el fuego.Mi primo se frotaba las manos.-Nunca he visto una helada como esta -me decía.Y a las seis de la tarde teníamos 12 grados bajo cero.Apenas terminada la comida, me eché en la cama y me quedé dormido, mirando las llamas que regocijaban la chimenea. A las tres en punto me despertaron. Me abrigué con una piel de carnero, y después de tomar cada uno dos tazas de café hirviendo y dos copas de coñac abrasador, nos pusimos en camino acompañados por un guarda y por nuestros perros Plongeon y Pierrot.Al dar los primeros pasos me sentía helado. Era una de esas noches en que la tierra parece muerta. El aire glacial hace tanto daño que parece palpable; no lo agita soplo alguno; diríase que está inmóvil; muerde, traspasa, mata los árboles, los insectos, los pajarillos que caen muertos sobre el suelo duro y se endurecen en seguida para el fúnebre abrazo del frío. La luna, en el último cuarto, pálida, parecía también desmayada en el espacio; tan débil que no le quedaban ya fuerzas para marcharse y se estaba allí arriba inmóvil, paralizada también por el rigor del cielo inclemente. Repartía sobre el mundo luz apagadiza y triste, esa luz amarillenta y mortecina que nos arroja todos los meses al final de su resurrección.Karl y yo íbamos uno al lado del otro, con la espalda encorvada, las manos en los bolsillos y la escopeta debajo del brazo. Nuestro calzado, envuelto en lana a fin de que pudiéramos caminar sin resbalar por la escurridiza tierra helada, no hacía ruido: yo iba contemplando el humo blancuzco que producía el aliento de nuestros perros. Pronto estuvimos a la orilla del pantano y nos internamos por una de las avenidas de juncos que la rodean.Nuestros codos, al rozar con las largas hojas del junco, iban dejando en pos de nosotros un ruido misterioso que contribuyó a que me sintiese poseído, como nunca, por la singular y poderosa emoción que hace siempre nacer en mí la proximidad de un pantano. Aquel en el cual nos encontrábamos estaba muerto, muerto de frío.De pronto, al revolver una de las calles de juncos, apareció a mi vista la choza de hielo que habían levantado para ponernos al abrigo de la intemperie. Entré en ella, y como todavía faltaba más de una hora para que se despertaran las aves errantes que íbamos a perseguir, me envolví en mi manta y traté de entrar un poco en calor. Entonces, echado boca arriba, me puse a mirar a la luna, que, vista a través de las paredes vagamente transparentes de aquella vivienda polar, aparecía ante mis ojos con cuatro cuernos.Pero el frío del helado pantano, el frío de aquellas paredes, el frío que caía del firmamento, se metió hasta mis huesos de una manera tan terrible que me puse a toser. Mi primo Karl, alarmado por aquella tos, me dijo lleno de inquietud:-Aunque no matemos mucho hoy, no quiero que te resfríes; vamos a encender lumbre.Y dio orden al guardia para que cortara algunos juncos. Hicieron un montón de ellos en medio de la choza, que tenía un agujero en el techo para dejar salir el humo; y cuando la llama rojiza empezó a juguetear por las cristalinas paredes, éstas empezaron a fundirse suavemente y muy poco a poco, como si aquellas piedras de hielo echaran a sudar. Karl, que se había quedado fuera, me llamó.Salí y me quedé absorto. La choza, en forma de cono, parecía un monstruoso diamante rosa, colocado de pronto sobre el agua helada del pantano. Y dentro se veían dos sombras fantásticas: las de nuestros perros que se estaban calentando. Un graznido extraño, graznido errante, perdido, se oyó allá en lo alto, por encima de nuestras cabezas. El reflejo de nuestra hoguera despertaba a las aves salvajes.No hay nada que me conmueva tanto como ese primer grito de vida que no se ve y que corre por el aire sombrío, rápido, lejano, antes de que se aparezca en el horizonte la primera claridad de los días de invierno. Me parece, a esa hora glacial del alba, que ese grito fugitivo, escondido entre las plumas de un pajarraco, es un suspiro del alma del mundo.-Apaguen la hoguera -decía Karl-, que ya amanece.Y, en efecto, comenzaba a clarear, y las bandadas de patos formaban amplias manchas de color, pronto borradas en el firmamento.Brilló un fogonazo en la oscuridad; Karl acababa de disparar; los perros salieron a la carrera. Entonces, de minuto en minuto, unas veces él, otras yo, nos echábamos la escopeta a la cara en cuanto por encima de los juncos aparecía la sombra de una tribu voladora. Y Pierrot y Plongeon, sin aliento, gozosos, entusiasmados, nos traían, uno tras otro, patos ensangrentados que, moribundos, nos miraban melancólicamente.Había amanecido un día claro y azul; el sol iba levantándose allá, en el fondo del valle. Ya nos disponíamos a marcharnos cuando dos aves, con el cuello estirado y las alas tendidas, se deslizaron bruscamente por encima de nuestras cabezas. Tiré. Una de ellas cayó a mis pies. Era una cerceta de pechuga plateada. Entonces se oyó un grito en el aire, grito de pájaro que fue un quejido corto, repetido, desgarrador; y el animalito que había salvado la vida empezó a revolotear por encima de nuestras cabezas mirando a su compañera, que yo tenía muerta entre mis manos. Karl, rodilla en tierra, con la escopeta en la cara, la mirada fija, esperaba a que estuviese a tiro.-¿Has matado a la hembra? -dijo-. El macho no escapará.Y, en efecto, no se escapaba. Sin dejar de revolotear por encima de nosotros, lloraba desconsoladamente. No recuerdo gemido alguno de dolor que me haya desgarrado el alma tanto como el reproche lamentable de aquel pobre animal, que se perdía en el espacio. De cuando en cuando huía bajo la amenaza de la escopeta, y parecía dispuesto a continuar su camino por el espacio. Pero no pudiendo decidirse a ello, pronto volvía en busca de su hembra.-Déjala en el suelo -me dijo Karl-. Verás como se acerca.Y así fue. Se acercaba, inconsciente del peligro que corría, loco de amor por la que yo había matado.Karl tiró: aquello fue como si hubiera cortado el hilo que tenía suspendida al ave. Vi una cosa negra que caía; oí el ruido que produce al chocar con las juncos. Pierrot me la trajo en la boca.Metí al pato, frío ya, en un mismo zurrón... y aquel mismo día salí para París.
Guy de Maupassant

El Abraso Frio


El Abrazo Frío.The Cold Embrace, Mary Elizabeth Braddon, (1837-1915)



Él era un artista; las cosas como las que le pasaron, algunas veces les pasan a los artistas.Él era alemán; las cosas como las que le pasaron, algunas veces le pasan a los alemanes.Él era joven, apuesto, estudioso, entusiasta, metafísico, descuidado, incrédulo, despiadado.
Y siendo joven, apuesto, y elocuente, también fue amado.
Él era un huérfano, bajo la tutoría del hermano de su difunto padre, su tío Wilhelm, en cuya casa él había vivido desde su temprana infancia; y aquella que lo amó era su prima, Gertrude, a quien le juró que amaba, a cambio.
¿Él la amaba? Sí, cuando por primera vez se lo juró, sí. Pero pronto su pasión terminó; ¡y cómo al final se convirtió en un sentimiento miserable en el egoísta corazón del estudiante! ¡Pero que bello sueño, cuando él tenía solo diecinueve años, y había regresado de su aprendizaje con un gran pintor en Amberes, y ellos vagaban juntos en los más románticos alrededores de la ciudad, con rosado crepúsculo o con la divina luz de luna o la brillante y jovial luz matinal!
Ellos tenían un secreto, que era la ambición del padre de la chica de que ella tuviera un rico pretendiente. Era una lúgubre visión frente al amor soñado.
Así que se comprometieron; y estando uno al lado del otro, cuando la agonizante luz del sol y la pálida luz de la luna dividían los cielos, él puso el anillo de compromiso en el dedo de ella, en su blanco e inmaculado dedo, cuya delgada forma él conocía bien. Este anillo era bastante particular, tenía la forma de una gran serpiente dorada, la cola en la boca, que era el símbolo de la eternidad; había pertenecido a su madre, y él lo podría haber reconocido de entre cientos. Si se hubiera vuelto ciego al otro día, él podría distinguirlo entre cientos con solo el tacto.
Lo puso en el dedo de ella, y ambos se juraron fidelidad, el uno al otro, por siempre jamás, sin importar peligros o dificultades, en los pesares y en los cambios, en la riqueza o la miseria. Aún debían conseguir el consentimiento del padre para consumar su unión, pero ya estaban comprometidos, y solo la muerte podría separarlos.
Pero el joven estudiante, burlón de las revelaciones, y entusiasta adorador de lo místico, preguntó:
"¿Puede la muerte separarnos? Yo podría regresar a ti, Gertrude. Mi alma podría volver para estar cerca de mi amor. Y tú, tú, si tu mueres antes que yo, la fría tierra no podría separarte de mí; si me amas, tu regresarías, y nuevamente estos bellos brazos estarían alrededor de mi cuello, como lo están ahora."
Pero ella le respondió, con un extraño brillo en sus profundos ojos azules, que el que muriera lo haría en paz con Dios e iría feliz al cielo, y no podría regresar a la atribulada tierra; y solamente el suicidio, la pérdida que provoca que los afligidos ángeles cierren las puertas del Paraíso, provoca que el infausto espíritu persiga a los vivos.
Transcurrió el primer año de su compromiso, y ella se quedó sola, a causa del viaje de él a Italia, por comisión de algún hombre rico, para copiar Rafaeles, Tizianos y Guidos en una galería en Florencia. Quizás habría marchado para ganar fama; pero esto no era lo peor... ¡sino que se había ido! Por supuesto, su padre extrañó a su joven sobrino, quien había sido como un hijo para él; y pensó que la tristeza de su hija no era más que la que una prima puede sentir por la ausencia de un primo.
Durante ese tiempo, las semanas y los meses pasaron. Los amantes se escribían, primero muy seguido, luego con menos frecuencia, al final dejaron de hacerlo.
¡Cuántas excusas ella se inventó para él! ¡Cuántas veces ella fue a la lejana oficina postal, a la que él dirigía sus cartas! ¡Cuántas veces ella esperó, solo para verse decepcionada! ¡Cuántas veces ella desesperó, solo para tener una nueva esperanza!
Pero la real desesperación vino, al final, y no se fue más. El rico pretendiente apareció en escena, y el padre se decidió. Ella tenía que casarse de inmediato, y la fecha de la boda se fijó para el quince de junio.
La fecha parecía abrasarle la mente.
La fecha, escrita en fuego, danzaba permanentemente frente a sus ojos. Esa fecha, gritada por las Furias, sonaba continuamente en sus oídos.
Pero aún no era tiempo, estábamos a mediados de mayo, estábamos a tiempo para escribirle una carta a Florencia; era tiempo de que regrese a Brunswick, para tomarla y unirse en matrimonio a ella. A pesar de su padre, a pesar del mundo entero.
Pero los días y las semanas volaron, y él no escribió. Y tampoco vino. Esto en verdad la desesperó, y ese sentimiento se adueñó de su corazón y ya no se marchó.
Llegó el catorce de junio. Por última vez ella fue a la pequeña oficina postal; por última vez hizo la vieja pregunta, y por última vez le respondieron: "No; no hay carta."
Por última vez, ya que al otro día sería la fecha fijada para la boda. Su padre no escucharía apelaciones; su rico pretendiente no escucharía sus oraciones. Ellos no querían demorarse ni un solo día, ni una hora; esa noche sería suya, esa noche, ella podría hacer lo que quisiera.
Ella tomó otro camino que el que llevaba a su casa; se dio prisa a través de algunas callejuelas de la ciudad, pasó por un solitario puente, donde ella y su amado habían estado de pie frente al crepúsculo, mirando el cielo tornarse rosado, y el sol caer sobre el horizonte del río.
Él regresó de Florencia. Él había recibido la carta de ella. Esa carta, borroneada con lágrimas, surcada de ruegos y llena de desesperanza. Él la había recibido, pero ya no la amaba. Una joven florentina, quien había posado para él como modelo vivo, poblaba sus ilusiones. Y Gertrude había quedado casi olvidada. Si ella tenía algún pretendiente rico, bien; la iba a dejar que se casara; mejor para ella, mejor para él. Él ya no tenía deseos de encadenarse a ninguna mujer. ¿No tenía su arte? Su eterna novia, su constante mujer.
De esta manera él decidía demorar su vuelta a Brunswick, de manera que cuando arribara, el casamiento ya se hubiera celebrado, y él pudiera saludar a la novia.
¿Y los votos, las ilusiones místicas, la creencia en su regreso después de la muerte, para abrazar a su amada? Oh, extinguidos para siempre de su vida; desaparecidos para siempre, solo sueños irracionales de su juventud.
Así que el quince de junio él entró en Brunswick, por ese mismo puente en el que había estado de pie, con las estrellas cayendo sobre ella, bajo el cielo nocturno. Caminó a través del puente, un perro tosco le seguía el paso, y el humo de su corta pipa rizándose en forma de guirnaldas fantásticas en el puro aire de la mañana. Llevaba su cuaderno de bocetos bajo el brazo, y se su ojo artístico se vio atraído por algunos objetos, ante los cuales se paró a dibujarlos: unas hierbas y unos guijarros sobre la ribera del río; un despeñadero sobre la orilla opuesta; un grupo de sauces a la distancia. Cuando hubo terminado, admiró su dibujo, cerró el cuaderno, vació las cenizas de la pipa, volvió a llenarla con su bolsa de tabaco, y cantó el refrán del feliz bebedor, llamó al perro, fumó nuevamente, y siguió caminando. Súbitamente volvió a abrir el cuaderno; esta vez le atrajo un grupo de figuras, pero ¿qué eran?
No era un funeral, puesto que no estaban de luto.
No era un funeral, pero había un cadáver en un tosco ataúd, cubierto con una vieja vela, llevada por dos de los portadores.
No es un funeral, puesto que los portadores son pescadores, pescadores en su atuendo de todos los días. A unas cien yardas de donde él estaba, hicieron un alto en el camino y tomaron un respiro. Uno se quedó parado a la cabeza del ataúd, los otros se sentaron a los pies.
Y de esta manera, él dio dos o tres pasos para atrás, seleccionó su punto de vista, y comentó a esbozar un rápido contorno. Lo pudo terminar antes que volvieran a ponerse en marcha; pudo escuchar sus voces, a pesar que no podía entender sus palabras, y se preguntó de que podrían estar hablando. Caminó hacia ellos y se les unió.
"Mis amigos, ¿llevan ahí un muerto?" preguntó.
"Sí; un muerto que fue echado a tierra hace una hora."
"¿Ahogado?"
"Sí, ahogado. Una joven, muy bonita."
"Las suicidas siempre son bonitas," dijo el pintor; y entonces se quedó para un rato de pipa y meditación, mirando la sutil forma del cuerpo y los pliegues de la lona que lo cubría.
La vida era una temporada de verano para él, joven, ambicioso, listo, ya que aquello que parecía luto y congoja, no parecía tener parte en su destino.
Al final, pensó que, si esta pobre suicida era tan bonita, él tenía que hacer un boceto de ella.
Dio a los pescadores algún dinero, y ellos accedieron a remover la lona que cubría sus facciones.
No; se diría a sí mismo. Él levantó la áspera, tosca y húmeda lona de su rostro. ¿Qué rostro? El mismo que había brillado en los irracionales sueños de su juventud; el rostro que una vez fue la luz de la casa de su tío. Su prima Gertrude... ¡Su prometida!
Él vio, como en un atisbo, mientras respiraba profundo, las facciones rígidas, los brazos fríos, las manos cruzadas sobre el pecho helado; y, sobre el tercer dedo de la mano izquierda, el anillo, el mismo que había sido de su madre, esa serpiente dorada; el anillo, el mismo que si él hubiera sido ciego, podría reconocer solo al tacto entre cientos de anillos.
Pero él es un genio y un metafísico, una pena, una verdadera pena. Su primer pensamiento fue la huida, una huida hacia cualquier otro lugar, fuera de aquella maldita cuidad, cualquier lugar, lejano a aquel espantoso río, cualquier lugar libre de los recuerdos, lejos del remordimiento: cualquier lugar para olvidar.
Solo cuando su perro se echó a sus pies, fue que se sintió exhausto, y buscó sentarse en algún banco, para descansar. ¡Cómo le daba vueltas el paisaje frente a sus obnubilados ojos, mientras en su cuaderno el boceto de los pescadores y el féretro cubierto con una lona resplandecía por sobre la penumbra!
Al final, luego de quedarse un largo rato sentado a un costado del camino, un rato jugando con el perro, otro rato fumando, otro rato despatarrándose, mirando todo como cualquier estudiante feliz y haragán podría haber mirado, aunque por dentro devorándose la mente con un mismo pensamiento, el de aquella escena matinal, recuperó la compostura, y trató de pensar en sí mismo, ya no más en el suicidio de su prima. Aparte de esto, él no estaba peor de lo que había estado el día anterior. No había perdido su genio; el dinero que había ganado en Florencia aún permanecía en su bolsillo; él era su propio maestro, libre de ir adonde quisiera.
Y mientras seguía sentado en el costado del camino, tratando de separarse a sí mismo de la escena que vio a la mañana, tratando de expulsar de su mente la imagen del cadáver cubierto con la lona de vela, tratando de pensar que haría al siguiente momento, donde iría, lo más lejos posible de Brunswick y del remordimiento, la vieja diligencia vino a los tumbos. Él la recordó; iba desde Brunswick a Aix-la-Chapelle.
Él le silbó al perro, gritó al cochero que detuviera su vehículo y brincó dentro del carro.
Durante toda la tarde, y luego, toda la noche, a pesar que no pudo cerrar sus ojos, nunca dijo una palabra; pero cuando la mañana volvió a romper, y los otros pasajeros se despertaron, comenzando a hablarse unos con otros, él se plegó a la conversación. Les contó que era un artista y que iba a Colonia y a Amberes para copiar unos Rubens, y la gran pintura de Quentin Matsys, en el museo. Recordó, luego de hablar y reír bulliciosamente, y antes, mientras hablaba y reía de manera ruidosa, a un pasajero, mayor y más serio que el resto, que abrió su ventana, cerca suyo, y le dijo que pusiera su cabeza fuera. Recordó el aire fresco golpeando en su cara, el canto de los pájaros en sus oídos, y los campos que se extendían hacia el horizonte frente a sus ojos. Él recordó esto, y luego cayó en un estado inánime, en el piso de la diligencia.
Fue la fiebre que lo mantuvo en el lecho durante unas seis largas semanas, en un hotel de Aix-la-Chapelle. Él se puso bien, y, acompañado por su perro, comenzó a caminar a Colonia. Nuevamente era su antiguo ser. De nuevo el humo azulado de su corta pipa daba vueltas por el aire de la mañana, mientras él cantaba una vieja canción de la universidad que festejaba el buen beber, y de nuevo parando aquí y allá, meditando y dibujando bosquejos.
Él era feliz, y había olvidado a su prima, y así se dirigía a Colonia.
Fue en la gran catedral que se quedó parado, con el perro a su lado. Era de noche, las campanas habían terminado de anunciar la hora, y dieron las once; la luz de la luna llena iluminaba el magnífico edificio, sobre el cual el ojo del artista vagaba en busca de la belleza de la forma.
No estaba pensando en su prima ahogada, ya que la había olvidado y ahora se sentía feliz.
Súbitamente alguien, algo, por detrás suyo, le colocó dos fríos brazos alrededor de su cuello, y abrazó las manos sobre su pecho.
Y no había nadie detrás suyo, ya que en la calle bañada por la luz lunar, se proyectaban solo dos sombras, la propia y la de su perro. Rápidamente se dio la vuelta, pero no había nadie, nada que ver a lo largo y a lo ancho de la cuadra, más que él mismo y su perro; y a pesar que lo sintió, no pudo ver los frígidos brazos que se abrazaron a su cuello.
No era un abrazo fantasma, ya que él pudo sentirlo al tacto, aunque no podía ser real, ya que no podía ver nada.
Trató de quitarse de encima esa gélida caricia. Se puso sus propias manos en el cuello para desunir aquellas que lo rodeaban. Pudo sentir los largos y delicados dedos, húmedos al tacto, y sobre el tercer dedo de la mano izquierda, logró palpar el anillo que había sido de su madre, la serpiente dorada, el anillo que él había dicho que podría reconocer al tacto entre cientos de ellos. ¡Él ahora lo sabía!
Los helados brazos de su prima muerta estaban rodeándole el cuello, las manos de ella estaban firmemente agarradas entre sí sobre su pecho. Se dijo a sí mismo que si se estaría volviendo loco.
"¡Up, Leo!" se gritó. "¡Vamos, muchacho!" y el Terranova saltó a sus hombros, y cuando sus patas tocaron las manos de la muerta, el animal lanzó un terrorífico aullido, y salió disparado del lado de su amo.
El estudiante se quedó parado a la luz de la luna, con los brazos muertos alrededor de su cuello, y el perro a distancia considerable, aullando lastimosamente.
Un sereno, alarmado por el aullido del animal, llegó a la escena para ver que era lo que ocurría.
Al siguiente instante el gélido abrazo se desvaneció.
El joven marchó a la casa del sereno y luego al hotel. Antes le dio un dinero; en gratitud podría haberle dado la mitad de su pequeña fortuna.
¿Volvió a aparecer este abrazo mortal?
Intentó no volver a quedarse solo; se hizo con cientos de conocidos, y compartió los cuartos de otros estudiantes. La gente comenzó a notar su extraño comportamiento, y comenzaba a creer que estaba loco.
Pero, a pesar de estos intentos, otra vez se quedó solo; fue una noche en que la plaza quedó desierta por un momento, y él comenzó a caminar por la calle, pero la calle estaba también desierta, y por segunda vez sintió los fríos brazos sobre su cuello, y por segunda vez, cuando llamó a su animal, este saltó lejos de su amo con un lastimero aullido.
Luego de dejar Colonia, ahora viajando a pie por necesidad (ya que su dinero comenzaba a escasear), se unió a unos vendedores ambulantes, de manera que podía estar todo el día con gente, y hablar con quien quiera que se encontraba, tratando de llegar a la noche y estar en compañía de alguien.
A la noche dormía cerca del fuego de la cocina de la posada en la que paraba; pero cualquier cosa que hiciera, él se quedaba solo con frecuencia, y siendo cosa común para él, volvía a sentir el frío abrazo alrededor de su cuello.
Muchos meses pasaron desde la muerte de su prima, otoño, invierno, hasta que llegó la primavera. Su dinero casi se había agotado, su salud estaba severamente dañada, y él era la sombra de quien solía ser. Se encontraba cerca de París. Había acudido a esta ciudad durante la época del Carnaval. En París, la época del Carnaval le significaba que no se volvería a quedar solo, y no volvería a sentir esa mortal caricia, hasta que podría recobrar su alegría perdida, su estado de salud, y una vez más reiniciar su oficio y profesión, para una vez más ganar dinero y fama por su arte.
¡Cuánto que intentó salvar la distancia que lo separaba de París, mientras día a día se debilitaba más y más, y su caminar se hacía más lento cada vez!
Pero al final, luego de mucho tiempo, logró alcanzar la ciudad. Esta es París, en la que él ingresa por primera vez, París, la que había soñado tanto, París cuyo millón de voces podía exorcizar su fantasma.
París le pareció esa noche un vasto caos de luces, música y confusión. Luces que danzaban ante sus ojos y que jamás se quedaban quietas, música que sonaba en su oído y lo ensordecían, confusión que hacía que su cabeza se vea presa de un inacabable remolino.
Llegó a la Casa de la Opera, donde se daba el baile de máscaras. Había ahorrado un dinero para comprar un boleto de admisión, y para alquilar un disfraz de dominó para cubrir su zaparrastrosa indumentaria. Parecía que había pasado solo un momento desde que había pasado las puertas de la ciudad y ahora se encontraba en medio de un salvaje alboroto en el baile de la Casa de la Opera.
No más oscuridad, no más soledad, sino que una multitud enloquecida, gritando y bailando frenéticamente, del brazo de una chica.
La tempestuosa alegría que sentía seguramente haría que regrese su vieja despreocupación. Él pudo escuchar a la gente a su alrededor hablando de la salvaje conducta de algunos estudiantes borrachos, y fue a él a quien señalaron mientras decían esto, a él, que no se había mojado los labios desde la noche anterior; a pesar que sus labios estaban deshidratados y su garganta seca, él no podía beber. Su voz era densa y ronca, y su articulación poco clara; pero su vieja despreocupación volvió, y él se hizo poco problema.
La chica se cansó, su brazo permaneció en su hombro, mientras las otras bailarinas se fueron yendo, una por una.
Las luces de los candelabros, fueron extinguiéndose una por una.
Los decorados comenzaron a oscurecerse ante la disminución de la iluminación.
Una débil luz de las últimas lámparas, y un pálido haz de luz grisácea proveniente del nuevo día, comenzó a avanzar por entre las persianas medio abiertas.
Y por esta luz la chica se fue desvaneciendo. Él miró en su rostro. ¡Cómo iba sucumbiendo el brillo de sus ojos! De nuevo volvió a mirar en su rostro. ¡Qué pálido se había puesto su rostro! Y una vez más volvió a mirar, y ahora observaba la sombra del que fue un rostro.
De nuevo, el brillo de los ojos, el rostro, la sombra del rostro. Todo se había ido. Y él volvió a quedarse solo; solo en un salón tan vasto.
Solo, y, en un terrible silencio, escuchó los ecos de sus propios pasos en una tétrica danza que no tenía música.
Sin ninguna otra música más que el golpeteo del corazón contra su propio pecho. Los brazos helados volvían a rodearle el cuello, a arremolinarse en torno suyo, ellos no iban a soltarse, tampoco a fundirse; él ya no podía escapar de aquel álgido abrazo más de lo que podía escapar de la muerte. Miró detrás suyo, no había nada más que él mismo en un gran salón vacío; pero podía sentirlo, el frío mortecino, y aquellos largos y delgados dedos, y el anillo que había sido de su madre.
Trató de gritar, pero ya no tenía más poder en su garganta reseca. El silencio del lugar únicamente fue roto por los ecos de sus propios pasos en aquella danza de la que no podía liberarse a sí mismo. ¿Quién podía decir que no tenía pareja de baile? Los gélidos brazos que estaban prendidos a su pecho. Y él no rehuiría de tal caricia. ¡No! Una polka más y caería muerto.
Las luces se apagaron del todo, y media hora después, los gendarmes llegaron con una linterna para ver si el salón había quedado vacío; un perro los seguía, un gran perro que habían encontrado sentado frente a la entrada del teatro. Cerca de la entrada principal tropezaron con...
El cadáver de un estudiante, que había muerto de inanición, y por la rotura de los vasos sanguíneos.

Mary Elizabeth Braddon.

El Reflejo


Entré sin hacer ruido.El corazón libraba su propia batalla.Latido a latido,las fuerzas me abandonaron,y el cuerpo cayó rendido.Pero la curiosidad, incansable batalladorasigió su eterno caminoy, sin ser visto, asistía amores perdidos en la memoriade los que hoy estar aquí.También vi fantasmas llevandomensajes de esperanza.Palabras precisas que, al ser recordadas,aún se clavan como lanzas.Y, desde entonces, continuo buscandola frontera de deformado cristalque separa los sueñosde esta vida tan real...

Covenant - Nexus Polaris


Ozzy Osbourne - Black Rain



01 - not going away


02 - i dont wanna stop


03 - black rain


04 - lay your world on me


05 - the almighty dollar


06 - Silver


07 - the universe


08 - here for you


09 - countdowns begun


10 - trap door


.:Descargar:.

Anorexia nervosa - REDEMPTION PROCESS (2004)



1. The Shining
2. Antiferno
3. Sister September
4. Worship Manifesto
5. Codex-Veritas
6. An Amen
7.The Sacramen


sábado, 5 de septiembre de 2009

Judas Priest - Jugulator


Aca les dejo un Disco de Judas .
Jugulator

Lacrimosa - Angst


01 - Seele In Not

02 - Requiem

03 - Lacrima Mosa

04 - Der Ketzer

05 - Der KLetzte Hifeschrei

06 - Tränen Der Existenzlosigkeit
-Lo Cual seria su primer trabajo , Angst ( Miedo ) , con caracteristicas Lentas , Melancolicas , con un trabajo igualado de baterias , con una voz melancolica , pesada , nostalgica su cancion mas pesada es Der Ketzer (el hereje), donde demanda los crimenes del papa de Roma .
Ojala les guste este primer trabajo de esta hermosa banda alemana de Gothic , Lacrimosa .