domingo, 13 de septiembre de 2009

Una Dama Cruel.




Hemos leído sobre reyes y amables dioses


Que llenaron sus cálices en el arroyo;


Pero diariamente, sin decir gracias, vuelco


El flujo de mis lágrimas convertidas en río.


Un toro sacrificado puede aplacar la cólera de Jove,


Un caballo al Sol, un cordero al Dios del Amor,


Pero ella desdeña las inmaculadas ofrendas


De un corazón puro, abatido a los pies de su altar.


Vesta no me desprecia, en su urna casta


Dónde las sombrías llamas arden por siempre;


Pero sí mi Santa indiferente, en cuyo nombre


He consagrado un fuego imperecedero.


El rey asirio ha devorado a los temerarios


Que ante su imagen no osaron postrarse;


Yo, con las rodillas desgarradas adoro a mi Dama,


Sin embargo ella se consume en su propia idolatría.


De tal Diosa el tiempo no dejará registro,


Cuando el fuego derribe el templo donde fue adorada.




- Thomas Carew (1594-1640)

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